domingo, 27 de febrero de 2011

Por cierto, ¿cómo te llamabas?..


Respirar, notar que respiras, oír tu respiración. Hay veces que nos conformamos con tan poco, sólo necesitamos notar que hay alguien en el otro lado de la cama, saber que por largo que sea el camino habrá alguien dándote la mano, mirándote, aunque sea de reojo y diciéndote adelante, tú puedes hacerlo. Cuando no oyes respiraciones, el otro lado de la cama está frío y sólo te queda un “por cierto, ¿cómo te llamabas?” te ves solo en todos los caminos, en la vida. Con que poco nos conformamos y cuantas cosas nos callamos. Somos remolinos de sentimientos que, por cierto, casi nunca son correspondidos. Nos vemos en un paso de peatones en rojo pero por el que no pasa ningún coche y antes de decidir si cruzamos o no nos invade una sensación que se acerca a la sensación de la soledad, son décimas de segundo en las que experimentamos miedo, atracción, valentía y, cómo no, soledad. Ese “si esa persona estuviera aquí…” ni siquiera me habría fijado si esta en rojo o no, porque todo pierde su color si tú estas cerca. Lo peor es cuando todo sigue sin color al estar lejos, al saber que por muy cerca que hayamos estado, y las veces que el otro lado de la cama se ha calentado, todo era de un calor de nuestra tierra, calido de día y frío de noche. Solo tenemos pequeños momentos, que no significan nada, en los que buscamos sentirnos queridos, amores de media noche, amores de copa y cigarro, amores anónimos, caducos, fugaces, que puede que nos sirvan de impulso para seguir en el camino, pero que no nos dejan la cama caliente, ni nos hacen respirar más fuerte y, por supuesto, nos dejan esperando en el paso de cebra, en el que todo tiene un color, más o menos gris…

1 comentario:

  1. "Ni siquiera me habría fijado si esta en rojo o no, porque todo pierde su color si tú estas cerca"...una maravilla!

    ResponderEliminar