viernes, 29 de octubre de 2010

después de cada despedida, viene el reencuentro...


Cuando me iba pensaba en llenar mi maleta de ropa, libros, bolígrafos, alguna que otra fotografía, y muchísima ilusión. Pero que fue lo que no pensé, en las pequeñas cosas, esas que ni siquiera notas pero que son las que hacen que cada día sea diferente.
Como iba a pensar que echaría de menos las riñas con mi madre, el ruido de unas tijeras cortando hilos, el ruido de los pasos de un perro, de mi perro, los paseos del recreo, las conversaciones monótonas y aburridas de todos los sábados, los cafés de los domingos, los sábados aburridos, las comidas que creía que no me gustaban, las frases sin sentido repetitivas e incluso cansina que han formado parte de la banda sonora de nuestra vida, de mi vida porque ¿quién no sabe algo sobre Tía Peerg? O a ¿Quién no aburrimos con el Titánic?
Esas pequeñas cosas son las que hacen la vida, como pensaría que iba a echar de menos tocar una ventana para llegar a casa, o incluso despertar a la gente para que supiera que he llegado, el olor, los gestos, los ruidos, el decirle bomboncete a mi abuela todos los fines de semana cara a cara, sus dichos el ruido de sus pasos…
Parece que cuando se esta lejos se va a echar de menos a las personas, y no es así, echamos de menos lo que cada una de ellas significa para nosotros, en las personas que marcan nuestras vidas tenemos amistad, amor, protección, desilusión, hastío, esperanza deseo, rechazo, rencor… y cada persona de nuestra vida se amolda a una de estas palabras.
En el pueblo no tienes intimidad es cierto pero tienes cercanía, sabes que todo el mundo te conoce y que tu conoces a todo el mundo, sabes que a todo el que te cruces por la calle lo vas a saludar incluso que te vas a parar a hablar con el de cosas poco importantes, pero sabes que los tienes ahí, tienes a tus amigos, conocidos, enemigos y todos ellos forman parte de tu vida.
Conoces todas las calles, sus destinos y siempre tienes claro donde con quien y para que vas.
La nostalgia llega y con ella los recuerdos mas pequeños, los pequeños momentos, las pequeñas cosas, todo barrajeño conoce su molino pero nadie lo valora hasta que no lo siente lejos, todos sabemos que está ahí y que nunca se va ir, claro que el no se va porque los que nos vamos somos nosotros y cuando volvemos y lo volvemos a ver nos damos cuenta de lo que él (y con él no sólo me refiero al molino) significa para nosotros.
Siempre nos quejábamos de que estábamos en el mismo sitio con la misma gente, incluso llegaba la feria y todos volvíamos a estar juntos, y ¿Por qué hacíamos eso? Porque a todos nos gusta encontrar caras conocidas entre la multitud, o ¿ no os ha pasado que no saludas a una persona nunca y cuando la ves lejos de tu sitio te sale una sonrisa estúpida y saludas e incluso te paras con esa persona? En estos casos podemos comprobar lo importante que es para todos nosotros estar con la gente de toda la vida, con tu gente. Cuando estas en un sitio en el que no conoces a nadie esa necesidad se incremente y es cuando notas lo feliz que ha sido tu vida gracias a la gente con la que has ido creciendo, gracias a la gente que ha ayudado a que seas quien eres, esa vida que se ha ido formando acaba de terminar una etapa, y ha comenzado una nueva para todos nosotros, ya no sientes esa protección al final del pasillo, quizás ya no exista o quizás es que estamos tan acostumbrados a tenerla al final del pasillo que no sabemos apreciarla unos kilómetros más lejos.
En realidad la maleta que creía que no había hecho se hizo a si misma, en el recuerdo me traje el ruido de las tijeras, o el del perro, las riñas con mi madre, las conversaciones aburridas, los cafés del domingo, el olor, el color, el sentimiento….
Ahora trato de convencerme ¿son tan malas las despedidas? Yo creo que no, porque después de cada despedida viene el reencuentro....

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