No creer o no querer algo no lo convierte menos real. Las ausencias
se notan y, como casi todo lo importante, en las cosas más pequeñas. Añorar y olvidar
a una persona puede ser fácil, olvidar su voz, las arrugas de su cara, la
cicatriz de su frente, sus brazos, sus manos, el sonido de sus pasos, el sonido
de su risa, sus gritos, sus besos, sus te quiero y sobre todo sus no te quiero,
porque no lo decía, nunca lo decía, y como casi siempre, no hacía falta.
Olvidar esas cosas es más difícil.
Resulta extraño echar de menos una despedida, una llamada
tempranera, a la que casi nunca respondía, sus llamadas, el momento en el que
te lo decía todo con una sola mirada…
Seguir adelante, no buscar explicaciones, no querer dar
marcha atrás… es lo recomendable, la rabia, el buscar culpables donde no los
hay, esconderse, huir, incluso hacer como si no hubiera pasado, no hubieses
existido, y, por supuesto, no hubieses muerto sería aquello que todo el mundo
desaconsejaría. Claro que ¿quién es todo el mundo cuando se te va un pilar
fundamental, un motor, gran parte de las ganas de seguir adelante sólo porque
sabes que te mira desde atrás?
El mundo se nos desmorona una y otra vez, una vez me dijeron
que la madurez es aceptar, recordar lo mejor y seguir viviendo. Puedo ser
cobarde, incluso inmaduro, no me importaría que me tacharan de todo eso porque
no lo acepto, nos quedaban cosas por decir, me quedaban “bombocetes” por decir,
te quedaban “luceretes” por decir, nos quedaban días y noches, veranos e
inviernos por vivir juntos, como siempre hacíamos.
Me falta oír el sillón moverse tras tocar el timbre, la
servilleta en el cuello, repetirte mil veces lo mismo, que me preguntes cuando
voy o hasta cuando me quedo, que me cuentes las mismas historias, repetir otras
mil veces nuestros temas, sacar todo lo que no nos dijimos, 20 años no es nada,
han pasado mucho más rápido de lo que pasarán los 20 siguientes sólo porque no
estarás.
A veces te guardo rencor, sólo porque sé que tus ganas de
irte y mis ganas de que te quedaras no eran las mismas, sólo porque no hubo
tiempo para las despedidas, sólo porque ya no hay rencuentros, sólo porque me
faltas y no sé vivir así. Te sueño, aún pienso en llamarte, creo que voy a
verte, no me hago a la idea y me molesta que no estés para decírmelo. No sé
pensar en el futuro sin verte en él, no sé vivir este presente sin que me
acompañes…
Ha llegado septiembre, y como siempre te compré almendras el
día 7, pero este año, la mayor novedad, es que no olvidé que tu cumpleaños es
el 14…
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